sábado, 7 de noviembre de 2009

Dementia unius fit multorum opinio[1].
Encuestas de opinión.

La encuesta es para la real academia un conjunto de preguntas tipificadas dirigidas una muestra representativa, para averiguar estados de opinión o diversas cuestiones de hecho. Es un invento social, que aunque haya sido concebido en los términos más científicos es ante todo un instrumento ideado con fines políticos, fines que no son siempre evidentes. La palabra encuesta proviene del francés “enquete” y esta del latín “inquirere”, inquirir palabra que en Argentina llega a reemplazar a preguntar[2]. Puede observarse entonces que en su propio origen etimológico la encuesta lleva impreso su carácter de instrumento de manipulación puesto al servicio del interés de quien pregunta, ya que aplicado el criterio de igualdad de poder entre encuestado y encuestador descubrimos que existe una asimetría con fuerte saldo a favor de este último[3]. Quien interroga está en condiciones de hacer sentir su fuerza y poder ante el interrogado. Esto lo saben muy bien los abogados litigantes o de la fiscalía en los juicios penales orales en los cuales se induce al testigo a decidir entre dos explicaciones posibles para un hecho, una de las cuales destruye su historia. La pregunta ¿Ha ud. dejado de pegarle a su mujer? si bien podría ser cuestionada en un proceso judicial da una idea cabal de lo que se expresa, ya que cualquiera sea la respuesta lleva implícita una conducta reprochable: si se responde que si, implica que antes le pegaba y si se responde que no, no hay mucho que explicar. El diario Clarín virtual es realmente avezado en la trampa. Vemos el diario virtual del día lunes diecinueve de octubre y su encuesta: ¿Qué ha dejado principalmente de hacer por temor a vivir algún hecho de inseguridad? Como explicábamos la pregunta lleva implícito que la persona que va a contestar tiene temor a vivir un hecho de inseguridad y genera la idea de que la inseguridad es “el problema” y todos lo padecemos. Veamos otro ejemplo en el diario virtual del día 21.10.2009: ¿En las últimas semanas, ¿modificó sus hábitos de consumo por los aumentos de precios? La pregunta lleva ínsita una afirmación: Hubo aumentos de precios, razón por la cual sea cual sea la respuesta el encuestado dará por cierta la existencia de dicho aumento = inflación – tema que constituye junto con la inseguridad el comodín mediático para hostigar el gobierno cuando no aparece un tema que reditúe mayor desprestigio o mayor interés en el multimedio.
El recurso psicológico de las opciones.
Las encuestas enmascaran su fundamento democrático en la libertad de quien opina para optar y elegir cuando en realidad son un medio que reduce el número de alternativas. Reducen el contexto significativo del que surge la auténtica gama de opciones posibles expresando por ello opciones guiadas[4]. Sin embargo basan su fundamento ideológico - democrático y su apariencia inocua en la libertad de elegir o libertad de opción. Se trata de un recurso que hace posible la manipulación ya que palabras como libertad, opciones y elección evocan un poder que va más allá de la realidad de los beneficios que encierran. Mientras el más mínimo espejismo de una opción asome en el horizonte, rara vez elegimos centrar nuestra atención en las opciones que no tenemos. “Elegimos” para creer que se está jugando limpio y que gozamos de libertad, prefiriendo no analizar en profundidad la libertad de elegir. Cuando podemos elegir entre viarias alternativas nos cuesta creer que se puede tratar de una manipulación o engaño. Ello permite a los encuestadores otorgarnos una pequeña cantidad de libre albedrío a cambio de una imposición mucho mayor. Esa renuencia a analizar lo reducido de nuestras opciones proviene del hecho de que el exceso de libertad genera una suerte de angustia. La frase “opciones ilimitadas” suena muy prometedora pero una cantidad ilimitada de opciones en realidad nos paralizaría y anularía nuestra capacidad de elegir. Por eso el espectro limitado de opciones en cierta forma nos reconforta.
Encuestas de efecto o de campaña.
Diariamente se publican encuestas con fines publicitarios que se denominan “de efecto” o “de campaña”. Todos los diarios virtuales, que conforman la pata virtual del oligopolio mediático, enemigos declarados (mas no sus causas y motivos) del gobierno actual de Cristina Fernández, lo utilizan actualmente para golpear a éste. Se trata de una herramienta para conseguir adeptos o generar detractores. Las encuestas constituyen una presentación “científicamente convincente” de opiniones sociales o proyecciones electorales y son más creíbles y efectivas que un simple anuncio de campaña[5]. Hace más de medio siglo el psicólogo inglés Bartlett explicaba que un truco propagandístico consistía en el uso de figuras y estadísticas aparentemente concretas, ya que pocas personas están dotadas de verdadera facilidad para el empleo de los números y muchas menos para comprender críticamente el uso de las medidas estadísticas aún aquellas más sencillas. Destacaba que “cuando se cuantifica una declaración parece llevar la mayoría de las personas que la escuchan una certeza mayor y se acepta sin objeciones”[6]: los números no mienten parece ser la creencia inoculada en el imaginario colectivo. Se trata entonces de un recurso político que se vale de principios de psicología social para formar opiniones, consistiendo en la aplicación de determinadas reglas de la propaganda política, como son: la regla de la unanimidad y del contagio. Constituye un objetivo cohesivo dentro de la denominada guerra psicológica. Jean Marie Domenach en su estudio sobre la propaganda del nazismo, fascismo y comunismo explica que la mayoría de los hombres desean ante todo armonizar con sus semejantes. Rara vez osarán perturbar la armonía que reina en torno de ellos expresando una idea contraria a la de la generalidad; de lo que se infiere que una gran cantidad de opiniones públicas son, en realidad, una adición de conformismos, mantenidos porque el sujeto cree que su opinión es también unánimemente sostenida por quienes lo rodean. La tarea de la propaganda será entonces la de reforzar la unanimidad o la de crearla artificialmente: “el campo somos todos”.
Cuenta la autora que el estudio de las sociedades de abejas permitió formular la “ley del contagio psíquico”. El animal que forma parte de un rebaño es más sensible a la reacción de otros individuos del grupo que a estímulos exteriores. Esta ley de la simpatía inmediata, este dejarse llevar gregario, se encuentra también en las sociedades humanas. La unanimidad es al mismo tiempo una demostración de fuerza ya que uno de los fines esenciales de la propaganda es manifestar la omnipresencia de los adeptos y superioridad frente al adversario[7]. Maquiavelo recuerda en “El Príncipe” las palabras de Tito Livio sobre el hombre: “ex forocibus universis singuili metui suo obdeintes fuere”, es decir que los hombres cuando están todos juntos son audaces y que cuando cada uno empieza a pensar en el peligro que le amenaza es débil y cobarde[8]. Los manuales de guerra psicológica denominan esta táctica “unirse al vencedor”, también llamado “seguir a la masa”. Es un método que refuerza la tendencia natural de la gente a ponerse del lado del vencedor, y consiste en convencer a la audiencia de que el mensaje de la propaganda es resultado de un irresistible sentimiento de la masa al cual debe unirse. Todo el mundo (La gente[9], Los argentinos[10]) son expresiones que producen la impresión de que toda la audiencia está de acuerdo con las manifestaciones del medio de comunicación que las propaga y predisponen al que oye el mensaje a estarlo también. Esta táctica tiene éxito porque muchas personas temen quedarse aisladas y desean ardientemente estar de acuerdo con la mayoría. Así se consiguen nuevos adherentes y se consolidan los tibios. También permite que la audiencia no apruebe ciertas ideas, sugiriendo que son populares en grupos odiados o temidos por ella. En Córdoba, el experimento ha dado bastante resultado ya que basta con salir a la calle para escuchar a cualquier desconocido espetarnos en la cara comentarios despectivos respecto de la Presidenta y el gobierno nacional, sin tener conocimiento alguno sobre nuestra opinión. Se ha generado por tanto la idea de unanimidad. ¡Todos estamos en contra de este gobierno! En épocas electorales la regla de unanimidad y contagio, que como ya expresamos surge de la tendencia innata del hombre a congeniar con su grupo y su hábitat, succiona en forma centrípeta al individuo y lo integra en un clima globalizado culminando en el recurso de “vagón de cola” ya que se destina la encuesta a persuadir a todos los indecisos para que a última hora se sumen al tren de la victoria que ya sale de la estación electoral[11]. En la teoría de la comparación social de León Festinger la gente tiende a averiguar si sus opiniones son correctas y la tendencia a evaluar las propias opiniones o capacidades puede paradójicamente conducir a una modificación de ellas con el objeto de aproximarlas a las opiniones o capacidades de aquellos accesibles a su comparación. Al aumento de fuerza de la tendencia a evaluar la opinión particular aumenta la evaluación negativa de la disimilitud entre uno mismo y los otros que se utilizan con propósitos de comparación. Si se acentúa la importancia del grupo de comparación destacando la importancia de la capacidad de éste se incrementará la presión hacia la uniformidad: lo que implica que en momentos en que por la existencia de conflictos sociales aumenta la tendencia a evaluar la opinión de uno frente a los demás y ante la opinión abrumadora de la mayoría se tiende a conformar la opinión con esta última: “Si todos están con el campo, yo debo opinar mal acerca del gobierno.” Schachter por su parte demostró que la tendencia a asociarse con otros que estuvieran pasando por una experiencia similar se acentúa cuando los sujetos están ansiosos. De allí que el recurso del oligopolio mediático de plantearnos en crisis permanente, resulte útil también a estos fines: Como todos estamos en crisis, tendemos más aún a conformar nuestras opiniones conforme las reglas antes expuestas. Festinger señala asimismo, en su teoría de la disonancia, que el hombre tiene la necesidad de tener un conocimiento aparentemente congruente del mundo y sus relaciones es decir conocimientos que no tengan disonancias entre si. Por ello nos explica que es más fácil cambiar las propias creencias sobre lo que uno está por hacer o piensa que las referentes a una realidad concreta, ya que presumiblemente se puede modificar con más frecuencia el propio comportamiento que el ambiente: “Si todos están en contra, no podré cambiar la opinión de todos, pero si la mía propia”. Solomon Asch realizó durante la década del cincuenta del siglo pasado un interesante experimento. Su paradigma experimental es simple: Se pide a un sujeto que exponga su juicio acerca de un tema obvio luego de haber escuchado a una mayoría unánime (cómplice del experimentador) que había manifestado un juicio erróneo. Los sujetos experimentan un profundo conflicto y muchos se perturban emocionalmente. Si bien en una serie de pruebas la mayoría de los juicios es correcta, más de la mitad de los sujetos cometen errores que coinciden con el juicio de la mayoría unánime. La explicación de Asch es que los sujetos experimentan conflicto entre dos fuentes confiables de información: sus propios sentidos y los juicios de los demás. El conflicto es profundo porque en general la acción individual se basa en una mínima confianza de los juicios y percepciones propios y la acción social supone un mínimo de confianza en la percepción y juicios de los demás. Sin embargo Deutsch y Gerald sugieren que la conformidad con la opinión de la mayoría no está determinada por el hecho de percibir que los juicios de los otros son fuentes válidas de información sino que se basa más en razones emocionales, como por ejemplo el miedo a la desaprobación. Cualesquiera fueren las razones la conclusión es la misma: el hombre tiende a conformar su opinión a la de la mayoría que lo circunda.
El lenguaje como instrumento de propaganda.
En un trabajo anterior hemos expuesto la importancia del lenguaje en la construcción de la realidad[12]. En un reciente trabajo Hugo Presman[13] explica que con la caída del muro de Berlín se sepultó la palabra “pueblo” y emergió “la gente”. Ello es así dado que en la actualidad el recurso propagandístico de la regla de la uniformidad y contagio así como la totalidad de los recursos de las operaciones psicológicas se encuentran en manos del poder financiero internacional que gobierna del mundo detrás del trono y a quienes debe convencer respecto de la oposición a gobiernos populares es a vastos sectores de la clase media. En principio la clase trabajadora cuenta con su conciencia de clase, y si bien puede equivocarse en oportunidades, tiende a comprender en donde se encuentra el norte enemigo. Siendo así, el trabajo psicológico se realiza en sectores medios ilustrados, con cierta preparación académica, que sienten por lo general un profundo rechazo por el pueblo o los cabecitas negras, razón por la cual no puede utilizarse para integrarlos la palabra “pueblo” que conlleva para ellos una carga negativa y peyorativa. La nueva palabra es “gente” y el recurso ha sido escogido con cuidado. Como bien explican Joan Corominas y José Pascual, en su monumental obra, en América y concretamente en Colombia y Argentina el término gente empleado como predicado tiene el sentido de “gente decente”, o “persona” por oposición a animal: fulano es muy gente = es una persona muy correcta. Entonces si la “gente” dice y opina que este gobierno es nefasto el contagio debe ser inmediato; lo dicen las personas decentes y correctas luego es verdad.
Como quebrar el principio.
Dado que el sistema opera de manera sistemática multiplicando su voz a través del multimedia comunicacional, y aún no pueden apreciarse y hacerse sentir los profundos efectos que tendrá la aplicación de la nueva ley de servicios audiovisuales, quienes deseamos oponernos al sistema defendiendo un proyecto de Nación, contamos con el recurso de la palabra en el diálogo personal, sin olvidar por supuesto el vasto campo que encontramos en la red de redes. Es imperativo entonces des-estructurar el discurso único en contra del gobierno, haciéndole saber a quien tenga la falta de buenas maneras y la capacidad para espetarnos cualquier improperio en contra de este, que no compartimos sus ideas (quien dice lo que quiere, tiene que escuchar lo que no quiere) y que existen muchos otros que piensan al igual que nosotros, amén por supuesto de explicarle las importantes medidas llevadas adelante por el gobierno de la Presidenta Cristina Fernández y los intereses a los que se ha enfrentado. Por otra parte deberemos enseñar al pueblo a valorar críticamente las encuestas preguntándose siempre: ¿Qué consultora la hizo? ¿a pedido de quien? ¿cómo se redactaron las preguntas? ¿cuál fue el universo analizado?. Así ayudaremos a que en el 2011 no nos la vuelvan a contar los (intereses) Duhales, los (in) Sola (do), los (in) Morales, los Aguad(os), los Julio Cesar Bobos, los (Des) Carrio y cia. en su carácter de voceros y empleados del poder financiero global.

[1] Un loco hace ciento si le dan lugar y tiempo.
[2] Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Corominas Pascual. Sub voce querer.
[3] Los manipuladores de cerebros. Herbert Schiller. Pág. 151.
[4] Los manipuladores…pág. 154.
[5] Marketing político electoral para municipios, Santiago – Varela. Ed. La Crucia. Pág. 51
[6] La propaganda política. F. C. Bartelett. Pág. 90.
[7] Jean Marie Domenach, La propaganda política. Pág. 70,71, 80
[8] Nicolás Maquiavelo. El Príncipe. Pág. 145.
[9] Diario Perfil: “Encuesta exclusiva: La gente cree en un resurgimiento radical y en Cobos como su lider. http://www.perfil.com/contenidos/2009/04/05/noticia_0015.html
[10] Diario Perfil: Los argentinos creen que la economía está mal y empeorará. http://www.perfil.com/contenidos/2009/09/10/noticia_0008.html
[11] Teoría y práctica de la propaganda contemporánea. Cesar Hidalgo Calvo. Pág. 75
[12] El lenguaje y la propaganda política.
[13] La batalla política del lenguaje (http://www.presmanhugo.blogspot.com/)

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